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- Arenas movedizas sobre el Che
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Pantalla Cubana HD
miércoles, 30 de abril de 2014
El ejercicio no fue fácil. Leer dos libros en simultáneo puede ser complejo. Pero cuado sus enfoques son tan disímiles puede resultar hasta un poco esquizofrénico. Algunos textos del Che, compilados en el libro “Mi sueño no tendrá fronteras”, mezclados con “Antes que anochezca”, del disidente Reinaldo Arenas, nos acompañaron en nuestra visita a Cuba.
¿Cómo enojarse con el Che? Es revolucionario, contestatario. Nos enseñó que a las ideas hay que defenderlas y que hasta la más difícil merece su lucha. Ernesto Guevara era un soñador, un buscador, un defensor de las causas de los más débiles. En su carta de despedida a los hijos les dijo: “Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”. ¿Cómo no estar de acuerdo? ¿Cuántos hombres tienen la sensibilidad suficiente para preocuparse por el prójimo? Y ni siquiera en cualquier parte, sino en su casa, su barrio, su ciudad o país. ¿Cuántos hombres son capaces de dejar todo, incluso a sus seres más cercanos, para ir a pelear en batallas ajenas?Desde chicos su cara se vuelve familiar. Es ese ícono que inunda remeras, banderas, gorros y vinchas. Y el brazo del Diego. Y ese ícono se vuelve un ejemplo para la juventud. Quizás no para imitarlo, dejar todo e intentar una revolución, pero sí para copiar su espíritu, sus ideales.
Ese ícono, sintetizado en cinco letras (“El Che”), hoy se transformó en propaganda. Una propaganda de cual el mismo desdeñaba. En sus primeros escritos, al salir a ver el continente, sostenía que “es hora de que los gobernantes dediquen menos tiempo a la propaganda de sus bondades como régimen y más dinero, muchísimo más dinero, a solventar obras de utilidad social”. ¿Cómo enojarse con un hombre que hace 60 años tenía la lucidez para decir cosas que hoy también se aplican a la perfección, incluso con muchos gobernantes que aseguran seguir sus preceptos?
¿Cómo quedarse solamente con la parte ejemplar del Che, sabiendo que fue pieza fundamental de un régimen que le arruinó la vida a un hombre como Reinaldo Arenas, por el sólo hecho de que pensaba distinto? Es imposible leer a ese escritor cubano y no enojarse con un gobierno que izó banderas de libertad e igualdad con sus manos manchadas de sangre.
Arenas es un caso, entre tantos otros, que no fue tratado como un igual y que no pudo gozar de la libertad. Y también como muchos otros, empezó formando parte de una revolución que lo desilusionó cuando no le permitió pensar o ser como el quería. “Creía o quería creer que la revolución era algo noble y bello. No podía pensar que aquella revolución que me daba una educación gratuita podía ser algo siniestro. Pensaba que seguramente habría elecciones y Fidel Castro sería elegido por vía democrática. Pero, si había algo seguro, era que nos estaban adoctrinando y todavía no habían comenzado las verdaderas agresiones de Estados Unidos”, escribió en su último libro antes de suicidarse por el sufrimiento que le generaba el sida. “Veníamos de incesantes dictaduras, de incesantes abusos, de incesantes atropellos por parte de los poderosos y ahora era nuestro mometo, el momento de los humildes”, agregó.
Arenas vivió en condiciones deplorables escapándose de un régimen que primero lo persiguió porque logró sacar del país sus manuscritos para que fueran publicados en el exterior y después lo condenó por un supuesto robo que nunca se pudo comprobar. Estuvo prófugo un tiempo y después preso, también en condiciones deplorables. Hasta que después de muchos años de desearlo se pudo infiltrar en unos de esos barcos que Fidel permitía salir para demostrar que había libertad en Cuba.
El pudo gritar, pero muchos otros no. Antes y ahora. ¿Cómo no enojarse con el Che cuando no hay nada más antirrevolucionario que ponerle un bozal a un hermano y no dejarlo gritar? El hombre es complejo por naturaleza. Los mejores y los peores están plagados de defectos y virtudes. El Che enseñó a soñar y a gritar, pero también mandó a callar. ¿Seremos como el Che?
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