Posted by : Pantalla Cubana HD miércoles, 30 de abril de 2014

No encontramos personas conformes en Cuba. Ni los defensores del régimen, ni los que critican a Raúl pero salvan a Fidel, ni los que son fuertemente disidentes. Todos desean algún tipo de cambio. Y el motivo parece estar a la vista: Cuba es un país pobre que parece darle la espalda al progreso.

¿Qué se puede esperar de un país donde la mayoría de sus jóvenes sólo se imagina un futuro en el exterior? Hablamos con varios. Uno de ellos, 21 años, estudia medicina y reconoce que su objetivo es graduarse e irse afuera. Y que la mayoría de sus amigos piensa lo mismo.
“Sí, mi hijo estudiaba en La Habana, le iba bien, pero a mi ya me había aclarado que esperaba recibirse para irse. Hoy está muy bien en España”, nos ratifica un padre.
Una madre, de 26 años, dejó a su hijo de 4 años con sus abuelos y se fue a buscar un futuro mejor en Quito, Ecuador. Su padre es presidente de un CDR (Comité de Defensa de la Revolución) y, a pesar de la historia de su hija, activo defensor del régimen. Se conforma diciendo que se vienen tiempos de cambio. Inmediatamente viene al recuerdo uno de los primeros carteles que vimos en la calle en La Habana: “Los cambios son para más socialismo”.
Uno de los cubanos que está bien cansado del régimen se pregunta hasta cuándo va a seguir existiendo. “Te anuncian cambios, pero después dan vuelta atrás, te aprietan y te exprimen hasta los pulmones”, se queja. Su padre fue parte del ejército revolucionario en la Sierra Maestra. Hoy es un desilusionado más.
Muchos se siguen considerando socialistas o comunistas, pero imploran poder progresar, juntar dinero, comprar una casa. Son revolucionarios capitalistas. “Acá comprar una casa no sale menos de 20 mil dólares”, nos explica el hijo de un campesino, que es licenciado en Farmacia y trabaja de eso por la mañana pero de guía turístico por la tarde para juntar algo de dinero. “Sólo la pueden comprar turistas”, agrega. Suena lógico. En el mundo capitalista una casa por 20 mil dólares parece barato, pero cuando el sueldo promedio es de 10 o 15 dólares al mes los cálculos cambian.
wpid-IMG_3300.jpgEl problema de la vivienda termina siendo a veces motivo de divorcio. Eso nos explica una mujer de 70 años, ya jubilada pero que se ve obligada a seguir trabajando para poder comer. Cuenta que su hijo ya se divorció y relata que los jóvenes que se casan terminan viviendo en las casas de los padres de alguno, porque no les alcanza para comprar el techo propio. Y alquilar se les va de presupuesto. “Yo no quiero ese futuro para mis nietos”, nos dice en una mezcla de tristeza, frustración y resignación. Su historia de vida nos deja reflexionando… Cuando llegó la revolución ella tenía 15 años. Recuerda que su familia era pobre, que su padre era panadero y que era el único que trabajaba en la casa. Pero que eso les alcanzaba para tener un plato de comida todos los días. “Hoy tienen que trabajar todos los miembros de una familia y así y todo a veces se pasa hambre”, se lamenta. Ya de grande se recibió y trabajó en una empresa del Estado (todas las empresas son del Estado) durante 30 años. Ahora como jubilada cobra tan sólo 8 dólares al mes, por lo que se ve obligada a cocinar en una casa de alquiler a turistas.
“Los cubanos trabajamos como esclavos para malcomer y malvestirnos”, nos dice un camarero en La Habana. El de la ropa es un tema recurrente. Hace un tiempo se había habilitado la venta de ropa que aquellos que viajaban compraban en el exterior, pero ahora se volvió a prohibir. Y los cubanos se quejan de que la local es de muy mala calidad y comparativamente termina siendo cara. El Che decía que era necesario crear una conciencia en el nuevo hombre, para que lo material no sea importante. Después de 55 años, está demostrado que en eso Fidel fracasó a pesar de tanto adoctrinamiento.
wpid-IMG_3993.jpgEn Camagüey, un hombre no coincide con el camarero habanero. Dice que hay mucha gente trabajadora, pero mucha otra que cumple su horario (a veces) y luego no hace nada. La historia la escuchamos más veces: hay gente que como tiene lo mínimo garantizado por su trabajo (en el Estado) no se preocupa por progresar. El de Camagüey se muestra satisfecho. Alquila dos habitaciones, maneja un taxi, y está todo el día trabajando. El y su mujer son profesionales, pero no trabajan de lo que estudiaron sino que viven del turismo. Quien vive del turismo en Cuba está un poco mejor que el resto. “Somos la clase media cubana”, aclaran. Una clase media que va al mercado y no consigue los productos que quiere, que incluso puede tener dificultades para comer bien y que le es imposible comprar un auto nuevo.
Dicho sea de paso, un Peugeot 206 en Cuba cuesta ¡200 mil dólares! Aunque ya se comenta que ahora se suspenderá su “venta” por que la firma inició una demanda.
El hombre trabajador y próspero de Camagüey es de los que pide cambios en lo económico (sabe que el fruto de su esfuerzo y capacidad podria ser mucho mayor) pero que se mantengan ciertas cuestiones sociales: la seguridad, la educación y la salud.
El primer punto es, sin dudas, uno de los aspectos más positivos de Cuba. No hay o no se percibe la inseguridad. Unos dicen que es por el temor que impuso el Gobierno, otros que es por las cámaras de vigilancia (se puede entender en La Habana), y otros porque no hay droga en la calle. Y es cierto, no se ven a los pibes tirados, drogándose como se puede ver en lugares de Buenos Aires. “Ya lo dijo Fidel, un turista vale como 5 cubanos”, nos calma un muchacho que ve nuestras caras de desconfianza cuando nos indica un camino. “Acá todos vigilamos”, nos explica el presidente de un CDR. “Tengan cuidado en Santiago, que hay robos como en La Habana”, nos alertan. Al parecer hay arrebatos, pero no son la norma. Es que en Cuba hay sensación de seguridad.
wpid-IMG_3799.jpgTampoco se ven pibes en las calles en horario escolar. Todos van a clases, pero los propios cubanos reconocen que el nivel ya no es el mismo. Hablamos con uno que es profesor de chicos de quinto grado. Defiende a Fidel por haber mandado a la escuela a todos los cubanos y defenestra a los “terroristas” de Miami. Pero de todas formas reconoce que hay profesores que no se dedican al trabajo y que las consecuencias las percibe en el nivel de los alumnos que él recibe. En otras ciudades entramos o pasamos por escuelas y recibimos como respuesta instantánea el pedido de biromes por parte de los maestros. El nivel y las herramientas ya no será el mismo, pero lo cierto es que los chicos están donde deben estar: la escuela.
En el ámbito de la salud es donde las respuestas son más diversas. Lo que queda claro es que la repetida excelencia de la salud cubana es un mito, o por lo menos así lo perciben sus propios habitantes. Las principales críticas apuntan a que para conseguir rapidez y eficiencia es necesario pagar o tener un contacto. O ambas. Caso contrario se demoran en atenderte. Necesitás un estudio en particular, más vale que le pagues algo al responsable, porque sino podés estar meses esperando. “¿Bueno, pero si llegás con una herida grave en el brazo y no podés pagar no te atienden?”, le preguntamos a un flaco que fue de los más críticos que encontramos. “Sí, pero quizás lo resuelven cortándote el brazo”, contesta, lapidario. Nos debe haber condicionado, porque a partir de allí empezamos a notar especialmente que había hombres con extremidades cortadas.
Una política positiva es que hay un médico cada 130 familias. Es una medicina preventiva, de control. “Pero todo depende del médico que toca. Nosotros tenemos suerte ahora, con un joven entusiasmado, pero hay otros que no tienen ganas de trabajar”, nos cuenta un señor conocedor del paño. Otro hombre lo ratifica, y dice que en el campo es peor, que quizás esos médicos nunca están.
Los mejores doctores, además, son los que terminan yendo de misión a otros países. Así ahorran y “les pueden comprar un plasma o un auto a sus familiares”. Muchos nunca vuelven.
Conocimos la historia de una mujer que tuvo a su hija hace 14 años. Nació con una paralisis cerebral. En el hospital de su provincia recién la podían ingresar un mes después para empezar la rehabilitación. Gracias a un contacto pudo llevársela a una clínica especializada en La Habana. No todos tienen conocidos.
“¿Entraron a un hospital?”, nos indagan. “Se caen a pedazos, da lástima. Mi suegro estuvo ingresado… La comida no la tocaba ni un perro y los baños eran peores que los de una terminal de omnibus”, describe. “Yo me cansé de tantas mentiras”, se resigna. Entendemos el sentido de su remera con el aguila y la bandera yanqui.
En Guardalavaca, pueblo balneario y turístico, no hay ambulancias. Mejor dicho, la hay, pero en la clínica para turistas. Los locales deben tomar un taxi si tienen una urgencia. Hace unos años, una mujer iba en la bici cuando fue atropellada por un turista que manejaba una moto alcoholizado. Vino la ambulancia y se llevó al turista. Hoy la historia la cuentan entre risas, aunque dan ganas de llorar.
“¿De qué me sirve la salud y la educación si no puedo comer?”, se enoja otra señora. Explica que las cosas que reciben del Estado con la libreta de abastecimiento alcanzan apenas para 10 días. El resto del mes, los que pueden, deben recurrir al mercado negro para poder obtener, por ejempo, leche y aceite (¡y acá todo es frito!). Y sino deben comprar en las mismas tiendas que los turistas.
wpid-IMG_3851.jpgQue nadie tenga hambre en Cuba es otro mito. Te sentás media hora en una plaza de Santiago de Cuba y se pueden acercar hasta 10 mendigos pidiendo limosna. Unos minutos después, en las escalinatas de la catedral, abrimos un paquete de galletitas en respuesta al enésimo pedido de plata. Unos 20 se acercaron al instante. “Tengo hambre”, sollozaba un viejito…
Los errores de la política revolucionaria se visualizan también en los campos. En un país con un considerable potencial agropecuario, los resultados están lejos de ser satisfactorios. Las vacas se ven flacas, la mayoría de los pollos son importados, y el arado sigue siendo responsabilidad de los bueyes.
Capítulo aparte merece la prostitución. La cantidad de mujeres jóvenes acompañando a viejos (y no tan viejos) europeos impacta. Las llaman jineteras. Y también se da con hombres cubanos con mujeres blancas. Cuba supo ser conocida como el patio de atrás, el cabaret, de Estados Unidos. Hoy parecería serlo del mundo.
wpid-IMG_3232.jpgNadie está conforme en Cuba. Y se nota. Por eso todos intentan sacar provecho de los turistas, al punto de volverse insoportables o hasta a veces tratar de engañarlos. Y los que no tienen contacto con turistas también buscan sacar ventaja por donde pueden. El médico o la enfermera se llevan cosas del hospital para el mercado negro, el de la fábrica de tabaco también y el de la gasolinera no se queda atrás. En ese sentido, la conciencia comunista funciona a la perfección y unos y otros se ayudan para sacar provecho de la ilegalidad y el contrabando.
La culpa es del bloqueo yanqui, repiten algunos casi dogmáticamente. Desde la caída de la Unión Soviética empezó nuestro período especial, dicen otros. Todo puede tener su grado de influencia, pero son excusas para tirar la pelota fuera de la isla y tapar los errores cometidos por el régimen en estos 55 años. Durante décadas, Cuba vivió de la teta soviética. 20 años después el sistema agoniza y lo único que se socializa en la isla es la pobreza.

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