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Pantalla Cubana HD
domingo, 4 de mayo de 2014
Hay un señor que cada semana visita la casa de mi vecina Mercy. Lo único que sabemos sobre él es que después de cada visita alguien en la cuadra recibe una mala noticia: un puesto de trabajo negado, un viaje rechazado, una licencia no otorgada o simplemente un teléfono fijo solicitado jamás asignado, etc.
Mercy es la presidenta del CDR de mi calle, una organización creada en plena efervescencia del socialismo en 1960 con siglas que responden a: Comité de Defensa de la Revolución. En cada rincón de mi país hay un CDR; un sistema de vigilancia continua entre vecinos.
En mi casa cuando se cocinan camarones
debemos tener las puertas y ventanas completamente cerradas. El olor
puede delatarnos con Mercy. Al día siguiente, los restos de comida no
puedo tirarlos en el latón de basura de la esquina, tengo que arrojarlos
cuatro cuadras mas lejos para que Mercy no nos descubra. Así mismo hace
mi vecino Luisito con la habitación que renta en las noches: espera a
que Mercy se duerma para dejar pasar a los inquilinos en busca de
pasiones nocturnas.
Todos nos cuidamos de ella. Cuando la
vemos le sonreímos y la saludamos, pero sabemos que está apuntando en su
mente cada detalle delator de nuestras sonrisas. Ella se encarga de
informar al policía jefe del sector, a los investigadores del Partido
Comunista y a los agentes del Departamento de Seguridad del Estado o G2 (policía política) sobre
nuestra vida en pluralidad de detalles. Mercy apunta nuestras
preferencias sexuales, nuestra actitud y opinión política; apunta si
trabajamos o estudiamos, y, si no hacemos ninguna de las dos, nos
denuncia y nos aplican la ley de peligrosidad. Mercy está al tanto de
con quién nos reunimos, quien visita nuestra casa y sus respectivos
nombres. Si algún extranjero duerme en nuestra propiedad, ella llama a
inmigración y nos multan con varios miles de pesos convertibles.
Mercy ha elaborado un listado de todo
vecino que tiene familiares en el extranjero ya que ese es un punto muy
investigado. Se le ha orientado organizar actos de repudio, es decir,
convocar a la mayor cantidad de vecinos posible para ir a las viviendas
de “contrarrevolucionarios” y tirarles piedras, gritarles consignas
“revolucionarias” y provocarles un violento bochorno público. Los días
de elecciones, ella va casa por casa controlando quién
votó y quién no. A los que no han ido a votar ella les obliga y hasta le
trae la boleta a casa para la “comodidad” del elector. A quien se
niegue a ejercer su derecho al voto, Mercy le inscribe en la odiosa
lista de “desafectos de la cuadra”.
El futuro de un estudiante o trabajador, está supeditado al veredicto de una persona encargada de vigilar, que de forma secreta colabora
con organismos políticos. La opinión de Mercy, sólo por declararse fiel
a los principios de la “Revolución” está por encima de todo mérito
personal, académico o laboral demostrado por el individuo en causa.
Esta vigilancia continua delata al
anciano que vende “ilegalmente” bolsas, al maestro que en su tiempo
libre da clases particulares, al vecino carpintero que no tiene
licencia, al amigo que come carne de res o al ciudadano que piensa
políticamente “diferente”… Por eso, existe la doble moral en Cuba. Por
eso las personas cuando critican al gobierno lo hacen en voz baja,
porque saben que alguien puede estar escuchando a través de la pared.
Mi amigo Lachy no pudo obtener carrera universitaria porque el presidente del CDR “informó” que su familia era católica.
En los primeros 30 años de esta organización, fue duramente denunciado
todo religioso, homosexual o cubano con familia y amigos en el
extranjero.
Cuando cumplí 14 años, Mercy
automáticamente me agregó a la lista de “cederistas”. ¡Jamás me
consultó! Los que se niegan a formar parte son vetados y son cerradas
sus puertas a toda oportunidad cotidiana.
La efectividad de la policía política
cubana y el Departamento Técnico de Investigaciones descansan en la
existencia de los CDR, que les ofrece información cercana, detallada y
permanente de los objetivos a investigar.
Ahora pretenden implantar en Venezuela las llamadas “comunas”;
objetivo fijo para sembrar el miedo, la autocensura, la desconfianza
entre vecinos y eliminar de raíz todo brote de oposición o activismo
ciudadano. Práctica que funcionó y funciona aún en Cuba.
Muchos preguntan: ¿por qué en mi país
nadie se queja o exige sus derechos? Porque siempre hay un ojo cercano
que te ve, te denuncia y te desgracia la vida. En mi caso está Mercy,
presidenta del CDR y encargada de la “vigilancia revolucionaria” como dice el cartel pegado en su puerta.
Cubanos en la red social/Yusnaby Pérez
Bloguero y escritor cubano. Amante de la democracia, la libertad y los
Derechos Humanos. Defensor de la pluralidad de criterios y modos de
expresión. Vivo en La Habana.