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- #Cuba: El pan cubano
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Pantalla Cubana HD
martes, 24 de junio de 2014
Quizás el pan más malo del mundo ahora mismo se confecciona en Cuba. Es un producto sin rigor y con normas de elaboración similares al pan consumido en Europa durante la II Segunda Guerra Mundial. Probablemente peor.
Por la libreta de racionamiento -que en 2012 Raúl Castro dijo que "tenía
sus meses contados"- cada cubano, sea revolucionario o disidente,
santero o católico, por 5 centavos de peso (menos de un centavo de
dólar) diariamente tiene derecho a comprar un mísero y magro panecillo
de 80 gramos.
Es redondo y de corteza suave. Su sabor varía según la harina, el
conocimiento del maestro panadero y los deseos de trabajar de sus
elaboradores. Aunque casi nunca está caliente y es desabrido, muchas
personas se lo zampan de dos mordidas antes de llegar a su casa.
Los que tienen paciencia y en la nevera guardan mayonesa, un poco de
mantequilla o un trozo de queso blanco, pueden 'bajarlo' mejor. Lo
rematan con un vaso de refresco instantáneo, la opción más barata y
popular si se quiere ingerir otro líquido que no sea agua de la pila.
El impresentable pan ha generado un amplio y lucrativo negocio. A pesar
de que la prensa oficial en su mirilla telescópica suele tener
focalizado el pan (con esa manía de las sociedades totalitarias, de
atacar y criticar asuntos donde el pato lo pagan trabajadores y
administrativos de bajo nivel), el personal que labora en las
panaderías, se las apaña para hacer dinero.
Según Raudel, maestro panadero, hay tres formas de buscarse unos pesos
extras. “Una es vendiendo a peso el pan de 80 gramos, un poco mejor
elaborado. O harina y aceite, que siempre sobra, pues la confección del
pan por la 'libreta' se hace con normas adulteradas. Otra manera de
hacer plata es mantener un trato con dueños de cafeterías particulares,
quienes a un precio previamente acordado compran grandes cantidades de
panes de varios tipos elaborados con calidad”.
En una jornada, un maestro panadero se echa al bolsillo entre 600 y 700
pesos (25 a 30 dólares). Los aprendices ganan entre 100 y 200 pesos cada
noche. Luego de producir el pan para la venta racionada, confeccionan
galletas de sal, pan de corteza dura o palitroques, a diez pesos (0.50
centavos de dólar) una jaba o bolso de nailon.
El estado e higiene de la mayoría de las panaderías habaneras también es
lamentable. “Si los consumidores vieran cómo se elabora el pan, les
entrarían deseos de vomitar”, acota Yasser, quien prefirió dejar los
estudios y ayudar a su familia trabajando en madrugadas alternas en una
panadería del municipio 10 de Octubre.
El agua con la cual Yasser trabaja está contaminada. “Dicen que en la
cisterna hay restos de gatos ahogados”, cuenta otro panadero, mientras
se empina un amplio trago de ron.
Puede que sea una exageración. Pero dentro de algunas panaderías pueden
verse ratas paseándose descaradamente. Los propios panaderos no cumplen
las reglas higiénicas.
Mientras amasan la harina, gotas de sudor se derraman sobre la masa. Por
falta de estantes, las bandejas del pan ya elaborado, se colocan en el
piso. Es común que durante las madrugadas, los panaderos se beban varios
litros de ron.
En barrios marginales donde pululan las putas baratas, a ratos, por 100
pesos (5 dólares) o a cambio de una cantidad de panes, los panaderos
hacen sexo encima de la propia mesa donde elaboran el pan.
En los años críticos del “período especial”, la gran depresión económica
cubana, un panecillo redondo de 80 gramos llegó a costar 5 pesos. “En
esa época pude comprarme un viejo auto norteamericano”, recuerda
Leandro, maestro panadero.
Ahora las cosas han cambiado. Aunque el pan sigue racionado por la
'libreta', en La Habana existe una cadena de panaderías que vende pan
por la libre de mejor calidad, a 10 pesos la flauta dura y 3 la suave.
Por moneda dura también se puede comprar pan. Aunque tampoco es para
tirar cohetes. En las panaderías por divisas, una hogaza de pan puede
costar más de un peso convertible, el salario de dos días de un obrero.
No hay bolsillo que aguante.
Cubanos en la red social/Iván García